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En la misma proporción en que la iglesia crecía, también aumentaba la oposición por parte de los sacerdotes y los saduceos; nuevamente, los saduceos que no creían en la resurrección, estaban irritados porque los discípulos predicaban la resurrección de Cristo. El ministerio del Espíritu Santo lleva por una parte a la conversión, y a la fuerte oposición por la otra. Los líderes religiosos se llenaron de celos (gr. zelos, hervor, envidia) al ver que los discípulos de Jesús tenían tanta influencia sobre el pueblo. Los sacerdotes y los saduceos demandaban respeto y reverencia hacia ellos, mientras que la meta de los apóstoles era conducir al pueblo a respetar y reverenciar a Dios; los discípulos tenían la llenura del Espíritu Santo, pero sus enemigos se llenaron del espíritu satánico, (celos y odio). El éxito del evangelio provoca a los incrédulos y a los falsos maestros.
Uno de los principales temas del libro de los hechos es el rechazo del evangelio por parte de los judíos. En esta ocasión todos los apóstoles o la mayoría de ellos, fueron encarcelados para ser cuestionados por el Sanedrín al día siguiente.
El ministerio apostólico mostraba audacia en la predicación y poder para hacer milagros, pero también padecía persecución y recibía azotes. La fe va acompañada de pruebas, no todos reaccionan favorablemente ante la predicación, de ahí la importancia de ser investidos por el poder del Espíritu Santo, no sólo para predicar con poder y elocuencia, sino también para ser fortalecidos en la adversidad.