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El proceso que se siguió para solucionar el debate estaba llegando a su fin. Puede verse con claridad que los cinco grupos han participado activamente en el mismo, y que ahora, con una propuesta final en la mesa, elaborada por los ancianos y apóstoles, se reúnen con toda la iglesia para la toma de decisiones. Este es un modelo que se ha seguido dentro de Las Asambleas de Dios, desde su fundación, es decir la participación de líderes y congregantes en la toma de las principales decisiones. Denominaciones otorgan ese privilegio solo a los cuerpos directivos, frente a otras que le dejan todo a la congregación.
Nombran representantes. Todos están presentes. Judaizantes, pro-gentiles, ancianos, apóstoles y la iglesia en general. Reunidos, deciden nombrar representantes que viajen hasta la zona en conflicto para llevar de viva voz la decisión que se ha tomado. Judas y Silas aparecen por primera vez en el libro de Hechos.
Escriben una carta. La carta es digna de análisis. La remiten los apóstoles como el cuerpo de mayor autoridad, los ancianos, líderes y administradores de la iglesia, pero también “los hermanos”. La iglesia en general había estado presente en todo el proceso; desde que recibieron a Pablo y Bernabé hasta que se tomó esta decisión que ahora se comunica. Lo importante de esto es que el remitente muestra unidad. No es un grupo jerárquico, ni mucho menos un solo hombre quien decide, es la iglesia entera y así lo hace notar esta frase.
la iglesia primitiva deja un ejemplo no solo de como arreglar los asuntos, sino también de como registrarlos. Levantaron actas y enviaron cartas, con las limitaciones de la época. Hoy con el uso de máquinas de escribir y computadoras, no deberá ser menos, aun en comunidades apartadas.
Se establece un contexto. A quiénes va y por qué va la carta. La iglesia en Jerusalén estaba consciente de la crisis que habían pasado sus hermanos en Siria y Cilicia y así se los hacen saber. Es bueno que aquellos que sufren por alguna causa sepan que sus hermanos en otros lugares están enterados y toman acciones para bendecirlos.
La frase: a los cuales no dimos orden, debió ser dura para los hermanos judaizantes. Habrá que reconocer que eran creyentes, así lo afirma la carta (al decir “han salido de nosotros”), pero su pasado fariseo no los había abandonado. Debían aceptar que se equivocaron y ahora están pagando con esta nota su atrevimiento al tomar acciones no consensadas con anticipación.
Reconocer la labor de Pablo y Bernabé en la pequeña nota sobre ellos en el documento escrito, debió ser consolador para la iglesia gentil. Avala y confirma sus ministerios, no porque no tuvieran tal lugar dado por Dios, sino por el testimonio público de la iglesia central que reconoce su entrega y pasión por la obra de Dios.
Anuncia la conclusión. La impresionante frase que introduce la conclusión es abrumadora. “Ha parecido bien al Espíritu Santo y a nosotros”. Parecía una discusión sin sentido, por momentos se alargó tanto el debate que podía verse como interminable, pero aun cuando pudieron sentirse en un túnel oscuro, la presencia del Espíritu Santo estuvo ahí guiando a la iglesia en este proceso y ellos lo sabían, podían sentirlo, y aunque no se menciona durante el desarrollo del capítulo, no significa que no experimentaran la presencia del Consolador sobre ellos.
Obsérvese el orden de la frase, primero el Espíritu Santo y luego nosotros. Si se respeta ese orden aun en las decisiones más pequeñas, como iglesia o también individualmente, se puede asegurar el éxito de un proyecto.
He aquí la solución: no imponeros ninguna carga. La iglesia gentil no tiene que sujetarse a la Ley de Moisés, no tiene que circuncidarse, no tiene que guardar las fiestas solemnes, no tiene que cumplir los rituales del templo. ¡Es libre! Como ya se argumentó, las cargas solicitadas trascienden la Ley, y la redacción de la carta revela un espíritu de conciliación que sin duda muestra que dicha carga es ligera y fácil de llevar, pues son temas que ya de por sí los creyentes redimidos sabían que habían de cumplir.