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La fortaleza tenía gradas al norte y occidente que daban al atrio exterior del templo. Al llevar a Pablo a la fortaleza, con un griego refinado, se dirigió al tribuno pidiéndole le permitiera decir unas palabras; esto permitió que el tribuno se diera cuenta que este hombre era una persona culta y la situación cambió. La TLA (Traducción en Lengua Actual) dice: “Pablo dirigiéndose al jefe de los soldados ¿podría hablar con usted un momento? El jefe extrañado le dijo –Ah no sabía que tu hablaras griego.
Antes de escuchar la voz de Pablo el tribuno creía que habían apresado a un egipcio que traía cuatro mil hombres revoltosos. Este ya se les había escapado antes, por lo que creyó que ahora tendría que redoblar la vigilancia y estar preparado por si sus sicarios viniesen a liberarlo.
Es de asombrarse como el poder de Dios obrando a través de Pablo, hizo que la multitud callara expectante, cuando hizo la señal con la mano al pueblo. Todo grito y ruido cesó y hubo un gran silencio. No fue la señal con la mano, sino Dios obrando en el pueblo poniendo paz en medio de la tormenta. Y entonces habló Pablo en lengua aramea, la que se hablaba después del exilio, que era la lengua que el pueblo hablaba cotidianamente en tiempos de Jesús.
El capítulo siguiente, el 22, narra la habilidad oratoria que el apóstol de los gentiles poseía.