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Por vez primera, se habla de la adoración al Señor, desde la misma perspectiva, sacerdotal del Antiguo Testamento, pero con el énfasis de la oración y el ayuno en la iglesia local, lo cual, seguramente fue un periodo prolongado de búsqueda piadosa, provocando la dirección del Espíritu Santo para la gran comisión que nacería en esa poderosa reunión de oración. “Apartadme a Bernabé y a Saulo”, dijo el Espíritu Santo a la iglesia reunida, quienes debían oficializar la ceremonia de ordenación de los primeros misioneros a los gentiles por su soberana voluntad.
“La autoridad apostólica y su posición correspondiente con los doce, es evidente en Pablo en este primer viaje misionero. Además del paralelo entre los doce apóstoles en Jerusalén, en pentecostés, con capacidades para dirigir multitudes judías (2:1-41). El mismo Espíritu Santo dirige a la iglesia de Antioquía para que designen a Bernabé y Pablo para la proclamación a los gentiles con señales y milagros, igual que aquellos” (Kistemaker).
