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El liderazgo en la obra de Dios, se les concede sólo a aquellas personas que primeramente han nacido de nuevo, se han arrepentido de sus pecados y han aceptado a Jesucristo como su único y suficiente salvador. Ahí puede iniciar un proceso de adiestramiento para que, si la persona aprende a ser fiel, es obediente y espera los tiempos de Dios, Él se encargará de llevarlo a funciones de servicio para que el reino de Dios sea establecido en la tierra.
El liderazgo político o empresarial, si bien en los últimos treinta años se ha enfatizado la ética en sus tratos, no deja de ser del mundo terrenal y tiene muchos asegunes. Por algo Jesús previno a sus discípulos presentes y futuros de la esencia del liderazgo cristiano en Mateo 20:26-28: “26 Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor,27 y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; 28 como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos”.
Lo anterior, enseña que la forma y el fondo del liderazgo cristiano, es aplicable a todos los niveles y ha de tomarse como un mandato de Cristo: “Mas entre vosotros no será así…” no dice que no debe ser así, sino que no será así; esta expresión de Jesús es mandatoria. La jerarquía religiosa debe tener cuidado de guardar el justo equilibrio entre la autoridad que ostenta y la empatía necesaria para reconocer en el otro, a un siervo o sierva necesitada de pastoreo y de amistad y no solo de supervisión burocrática.