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Antes de la muerte de Esteban quien fuera “diácono” de la iglesia en Jerusalén, así como el primer mártir de la iglesia de Cristo (Hch 6;7) los creyentes estaban muy despreocupados, no pensando en que Jesús indicó que serían testigos en Jerusalén, Judea, Samaria y hasta lo último de la tierra (Hch 1:8). Por lo tanto Dios permitió la persecución que se levantó, a fin de que se predicara el evangelio en Jerusalén y “ hasta lo último de la tierra”. Por lo que fueron esparcidos por toda la costa del Mediterráneo y las islas cercanas.
Cabe mencionar que el evangelio se expandió con éxito por varias razones: Las vías de comunicación que los romanos habilitaron, la relativa paz que establecieron y la lengua griega que prevalecía y era hablada por la gran mayoría. Y desde luego porque la iglesia estaba revestida de poder y autoridad. Entre más era perseguida más almas se iban añadiendo a ella, tal y como pasó en la ciudad de Antioquía de Siria, la cual era una ciudad situada junto al rio Orontes, a unos 400 kilómetros (250 millas), al norte de Jerusalén. Capital de la provincia de Siria y un gran centro comercial, de los más grandes del imperio romano.
Antioquía tenía una gran población, así que cuando llegaron los que habían sido esparcidos empezaron a predicar el evangelio a los judíos en las sinagogas y a los gentiles en la calles, formándose así una gran iglesia, compuesta por ambos pueblos.