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La plenitud en el Espíritu Santo que experimentaban les fortalecía al grado de tener por honra el sufrir afrenta por la causa de Cristo, por lo que continuaron con la proclamación del evangelio pese a las amenazas de los líderes religiosos. El trabajo era continuo y abnegado, sin necesidad de grandes auditorios predicaban donde la oportunidad se presentase, en el templo y por las casas, el mandato era firme: “id y haced discípulos a todas las naciones” (Mateo 28:19). El estudio de las Escrituras no se limitó al templo, en las casas se presentaba el mensaje de salvación dando oportunidad a muchos (gentiles) de escuchar este poderoso mensaje.
¿Qué tan decididos estamos a sufrir por el privilegio de anunciar las palabras de esta vida? Además, - ¿Qué tan dispuestos los pastores y creyentes a seguir anunciando metódicamente a Jesús, “por las casas”?