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Desde que Pablo llegó a Cesarea, la carta que le acompañaba, decía que este hombre era inocente, sin embargo Félix con tal de congraciarse con los judíos era capaz de condenarlo a muerte. Dos años más lo tuvo ahí estancado, solo estuvo escuchando a tan eminente teólogo hablarle de las verdades del cristianismo que necesitaba en su vida.
Como gobernador cometió todo tipo de extorsiones, a tal extremo que los judíos tuvieron que ir a acusarlo ante el emperador Nerón, quien se vio obligado a destituirlo, desde luego dejó a Pablo preso, para congraciarse con los judíos, pues ellos seguían odiando a Pablo como el primer día que lo habían acusado ante Félix.
Debe observarse que la palabra dada por el Señor, se iba cumpliendo poco a poco. A estas alturas Pablo ya había testificado a los líderes judíos en muchas ciudades de Israel y el Asia Menor, al procónsul Sergio Paulo en Chipre (13:7) a sacerdotes de dioses griegos (14:13), a los apóstoles y ancianos de Jerusalén (15:12) a magistrados en Filipos (16:36-39) a los filósofos de Atenas (17:18) a Galión, procónsul de Acaya, en Corinto; a algunas autoridades de Efeso (19:31) al tribuno Claudio Lisias (Caps. 23 y 24), al sanedrín judío (Cap 23), a Félix el gobernador, pronto a Porcio Festo (cap 25 y 26)y al rey Agripa (Cap 26).
Pero le faltaba Roma con el César, los líderes judíos de la capital y múltiples oficiales del imperio.