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Algunos de los comentaristas sugieren que uno de los propósitos primordiales del libro de Los Hechos fue demostrar que los judíos que habían rechazado y crucificado a Jesús continuaron su rebelión contra Dios al rechazar las buenas nuevas de Jesús.1
El jefe de la guardia del templo mencionado en el primer versículo de este capítulo era un funcionario de rango inferior al sumo sacerdote, y que también era uno de los responsables de mantener el orden en el templo. El malestar de los saduceos en esta ocasión se debió al anuncio apostólico sobre la resurrección de los muertos, pues la resurrección de Cristo contradecía la doctrina de ellos.
Algunos escritores sugieren que durante este período se presentaron diferentes problemas; por un lado, los sacerdotes que representaban la intolerancia religiosa y el jefe de la guardia del templo que representaba la enemistad política; y por otro lado, los saduceos que representaban la incredulidad racionalista; pero a pesar de la oposición, la iglesia continuó creciendo. El autor del libro de los Hechos registra que el número de los hombres que creyeron fue de cinco mil.
“Los saduceos, quienes discrepaban de algunas doctrinas de los fariseos, negaban la doctrina de la resurrección, además de la existencia de ángeles y demonios. Fue por esta razón, que las enseñanzas de los apóstoles sobre la resurrección les inquietaron a tal grado que usaron sus influencias políticas para encarcelar a los apóstoles, pues cabe recalcar, que los saduceos también ejercían poder político bajo el gobierno de Herodes.2 No obstante, así como ya lo mencionan muchos comentaristas bíblicos, “la resurrección fue el tema clave en la predicación de la iglesia primitiva”3 La resurrección de Cristo fue, y sigue siendo, la garantía de que nosotros seremos resucitados y transformados, de un cuerpo antes corruptible, a un cuerpo incorruptible (1 Cor 15:42-44,47,48, 50-54).
1Everett Harrison, Comentario Bíblico Moody, pág. 196.
2Se hizo hombre, Pablo Hoff, Editorial Vida, Pag. 24
3 Teología Sistemática, Stanley M. Horton, Editorial Vida, pág. 609.