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Este es un claro llamado a “la paciencia y la fe de los santos”, a perseverar hasta la muerte. Los fieles cristianos a través de los siglos han dado muestra de estas cualidades. Aun hoy día, en los países en donde no predomina el cristianismo o son lugares completamente antagónicos por prevalecer una religión agresiva, los creyentes sufren de persecución, pierden sus propiedades, son corridos de su hábitat y martirizados hasta la muerte.
El pastor Raymundo Ramírez (el Hno. Mundito) dirigente denominacional desde Pachuca, Hidalgo, México, registró en un libro el martirio y muerte de 14 pastores, en los estados de Hidalgo, San Luis Potosí y Veracruz. Imaginemos qué les ocurrió a las congregaciones. Con todo,”esa fe de los santos” quienes “menospreciaron sus vidas hasta la muerte” (Ap 12: 11), regaron con abono divino la campiña mexicana y hoy florecen centenares de iglesias.
Mateo 26:52 registra el momento en que en la noche que fue apresado por quienes le crucificarían, Jesús prohíbe a uno de sus acompañantes defenderlo con su espada. Enseñando para la posteridad qué las implicaciones de la fe deben aceptarse sin amargura o murmuración, y que nunca debe usarse la fuerza para defender la fe y se debe ser congruente con el mensaje de amor (2 Co 10:4,5). Hay armas que el cristiano puede usar, y son la firmeza y la lealtad. El griego para firmeza es hypomoné, que quiere decir “aceptar valientemente lo peor que la vida pueda hacer” y transformarlo en gloria. La palabra para lealtad es pistis, que es esa fidelidad que no vacila nunca en su devoción al Maestro (Ro 8:36).