Así como en el Antiguo Testamento, Dios habló por medio de profetas e hizo escuchar su voluntad (Sal 90:14-16), aquí es por un ángel. El pueblo de Dios es amonestado a salir de Babilonia y no participar de sus abominaciones: “Salid de ella, pueblo mío”. Este pueblo son los santos (apartados para Dios con un propósito divino), que vivan en los días de la gran tribulación, que no se han dejado marcar por la bestia, y que como todos los creyentes de cualquier época estarán tentados a comprometerse con el pecado reinante en Babilonia. Así como Lot recibió el llamado de Dios a abandonar Sodoma y Gomorra antes de que fuera destruida (Gn 19:15-22), este grupo de fieles al Mesías, son llamados a dejar el sistema de Babilonia.

Hay dos razones por las cuales deben salir de Babilonia: 1) “para que no seáis partícipes de sus pecados”; y 2) “ni recibas parte de sus plagas;”. significa que se harán cómplices o tendrán comunión con los pecados de dicha ciudad. Además, salir de Babilonia es urgente, para que no les alcancen las plagas que Dios derramará sobre ella. Los pecados de Babilonia son tantos que: “han llegado hasta el cielo, y Dios se ha acordado de sus maldades” (18:5). En la época de Noé, cuando Dios determinó raer de la tierra a la humanidad, era la misma razón de este versículo: “Y vio Dios que la maldad de los hombres era mucha…” (Gn 6:5); también cuando fue la destrucción de Sodoma y Gomorra: “Por cuanto el clamor contra Sodoma y Gomorra se aumenta más y más, y el pecado de ellos se ha agravado en extremo,” (Gn 18:20). Dios es paciente, pero su paciencia tiene un límite (Neh 9:30; 2 P 3:8-10; Gn 15:16).