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Esta voz fuerte, más que una exhortación, emite una orden; ahora todos deben alabar al Altísimo, porque Él merece toda la gloria. “Todos sus siervos, y los que le teméis…”, una alabanza más potente que las anteriores se dejó escuchar. La respuesta a la demanda de adoración no se hizo esperar. Una inmensa multitud tributa gloria y alabanza a Dios: “Y oí como la voz de una gran multitud, como el estruendo de muchas aguas, y como la voz de grandes truenos, …”.
Es sorprendente observar la progresión de las alabanzas al Altísimo. Una y otra vez más elementos se van añadiendo en la participación cúltica al Todo Poderoso, hasta ser una gran multitud de voces dando como resultado una alabanza de gran intensidad. La alabanza ha ido en aumento, repitiendo una vez más ¡Aleluya!, pero ahora añadiendo la exclamación “el Señor todopoderoso reina”. La “roca no hecha de manos” profetizada por Daniel (cap. 2) ha derribado el dominio gentil sobre el mundo y sobre el pueblo escogido de Dios, Israel. Cada parte de la estatua fue cayendo hasta llegar a los pies, los cuales, están elaborados de barro y hierro, representando el gobierno del anticristo, cuyo reino efímero ha sido destruido y desaparecido definitivamente. Este reino del anticristo será sucedido por el verdadero y glorioso reino de Dios. En éste, el pueblo de Israel ocupa nuevamente su posición sobre todo gobierno terrestre, siendo su rey el Señor Jesucristo, el cual, establece su reinado en plenitud y ejerce su soberanía sobre toda la tierra.