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Todo judío conocía lo que era un redentor. En el Antiguo Testamento, el libro de Levítico 25:47-49 narra la forma en la que una persona que empobreciere y se vendiera a un extranjero o forastero, podía ser rescatado por uno de sus hermanos.
“con tu sangre nos has redimido para Dios”. Aquí aparecen tres requisitos que cumplió Jesús para redimir a todo esclavo del pecado: 1.- Se convirtió en pariente cercano al tomar la naturaleza humana. 2.- Abandonó todo y con su sangre nos redimió. 3.- Pudo pagar el precio y no solo nos hizo libres, sino que nos elevó a reyes y sacerdotes.
“cantaban un nuevo cántico”. En el cielo se entonará un nuevo cántico sobre Cristo, inspirado en su obra redentora: el derramamiento de su sangre en la cruz. ¿Quiénes son los destinatarios de esta obra redentora? Todo linaje y nación. Son el mismo grupo que se identifica en la Gran Comisión como todas las naciones (Mt.28:19) Estos versículos indican que todos los Seres Vivientes y los 24 ancianos, representando a los redimidos, entonaban este cántico. Las huestes angelicales se sumaron a la Iglesia en la alabanza, en cánticos dirigidos al Cordero con el libro. Jesucristo es alabado como el Redentor de los hombres de todo linaje, lengua y nación. Y todos cantan en el Cielo acerca de Su sacrificio y de Su sangre derramada por amor. Al final del versículo leemos que Cristo nos has hecho para nuestro Dios reyes y sacerdotes, esto se cumple parcialmente en el cielo, capítulo 7:15, y la promesa de que reinaremos sobre la tierra se cumple en el capítulo 20:6.
Todo aquél esclavo que ha sido comprado con la sangre de Jesucristo está agradecido, gozoso, feliz, con el que pagó por su libertad, porque es libre, sus cadenas de esclavitud han sido rotas, y con todo el corazón se postra y exclama “Al que es digno de recibir la gloria, al que fue inmolado y con su preciosa sangre nos ha redimido y nos ha puesto en lugares especiales nombrándonos reyes y sacerdotes”.
Era privilegio del sacerdote servir a Dios, el servicio más santo y sagrado que le era posible a un ser humano. Y también un privilegio de todos los redimidos, a quien nos ha hecho libres y sacerdotes para Dios.