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Ahora, en el cielo, hay alegría por la destrucción de Babilonia. Habrá momentos en que los impíos se regocijen (Sal 56:2; 79:1-4), en Apocalipsis 11:10, son los moradores de la tierra los que se alegran de que los dos testigos del Señor, que estarán en Jerusalén, son muertos por el Anticristo. Pero ahora, se les ordena a los habitantes de “el cielo” a “alegrarse”. Se le manda al cielo y a sus habitantes permanezcan en esa alegría. La orden también es dada a: “los santos, apóstoles y profetas”. Los “santos” son los que dieron su vida por Jesucristo durante la gran tribulación (Apc 13:15; 7:9, 14; 6:9); la iglesia (Apc 19:5); y es probable que se incluyan a todos los redimidos por la fe del Antiguo Testamento (Ef 4:8). Se hace referencia a “los apóstoles y profetas” del NT, pues ellos padecieron persecución por causa del evangelio. La mujer se ha regocijado al derramar la sangre de ellos (Ap 17:6), pero “Dios les ha hecho justicia”. ¡Que contraste entre los versículos 9-19 y este! En los primeros hay lamentos, llanto, dolor; en este hay alegría permanente. El gozo que ellos sienten se confunde con la adoración que rindan a Dios, quien hace triunfar su santidad y justica, velada hasta este momento por el caos que trae el pecado. Esta es la respuesta de Dios a la oración de sus santos que ruegan (Ap 6:9). Dios siempre hace justicia (Ro 2:6; Sal 37:28; Gá 6:7; Prov 21:2; Sal 112:6).