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Ahora Juan mira una gran multitud proveniente de todas las naciones del mundo. Y su mirada era de asombro, pues dice que el número de tales personas “no se podía contar”. Estas eran personas salvas que en ese momento estaban en la presencia misma del Altísimo (y bajo su protección divina), gozosas por estar ahora cantando la victoria, una victoria alcanzada por el favor inmerecido de Jesucristo, el Cordero de Dios.
Para el amado Juan no debió haber quedado ni una sombra de duda respecto a la bondad del Creador. Ya no son solo 144,000 (un número cuantificable), sino miles de millones, un número que no se puede contar y todos redimidos por el sacrificio perfecto del Señor Jesucristo.
Ahora, es inimaginable estar ante el trono de Dios con vestiduras relucientes, las cuales hablan de la limpieza que el Cordero ha efectuado con su sangre preciosa. Un ejemplo de esto es el de sacerdote Josué (Zac 3:1-7), cuando Dios ordena que se le quiten las vestiduras viles; le dice al sacerdote Josué: "Mira que he quitado de ti el pecado, y te he hecho vestir de ropas de gala" (v.4). El salmista David, después de haber cometido pecado, pidió a Dios que le purifique con hisopo, él dice: “lávame y seré más blanco que la nieve” (Sal 51:7). El profeta Isaías también dice que el pecado es como suciedad en la vestidura (Is 1:18): “Venid luego, dice Jehová, y estemos a cuenta: si vuestros pecados fueren como la grana, como la nieve serán emblanquecidos; si fueren rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana”. Estos redimidos, además, traían palmas en las manos para adorar al Cordero Redentor.
El Espíritu Santo seguirá estando en la tierra; como ha estado desde la creación del mundo, con una actividad similar a la que realizaba en el Antiguo Testamento. Las Sagradas Escrituras tiene escasos textos sobre la acción del Espíritu Santo al final de los tiempos; sin embargo, seguirá activo y estará presente en la humanidad. La cita del profeta Joel en Hechos Cap. 2 no se ha cumplido totalmente, falta la parte del oscurecimiento del sol, y lo que dice de la luna, que será convertida en sangre, esto sucederá en la tribulación.