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Apocalipsis

La cena de las bodas del Cordero, Ap 19:9,10

Apocalípsis 19:9-10 “Y el ángel me dijo: Escribe: Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero. Y me dijo: Estas son palabras verdaderas de Dios. Yo me postré a sus pies para adorarle. Y me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio es el espíritu de la profecía”


El mismo ángel que está conduciendo esta parte de la revelación sigue hablando con Juan. “Bienaventurados” (gr. macarios), es decir, son completamente felices los que forman parte de este grupo que han sido “llamados” o invitados a la fiesta de bodas: “la cena de las bodas del Cordero”. La “fiesta” se celebrará después de las bodas del Cordero. Esta festividad sigue a la celebración de la unión matrimonial. La palabra “invitados” ha causado un poco de confusión, pues parece ser que se refiere a un grupo diferente de los que conforman la iglesia. “La esposa no es invitada porque ella es la que invita” (B. MacArthur p. 1874). El asunto de la invitación se remonta más allá de la fiesta de bodas, es decir, al pasado, al momento en que cada uno de los asistentes y participantes del banquete de bodas aceptaron la invitación de ser hijos de Dios por medio de Jesucristo y que ahora tienen el privilegio de sentarse a la mesa del banquete real, mientras que otros rechazaron la propuesta (Mateo 7:3). Todo lo que Dios ha revelado en su palabra es infalible, por eso el ángel dice: “Estas son las palabras verdaderas de Dios”. Así que todas las palabras que el ángel ha comunicado bajo el mandato de Dios son verdaderas. Todo lo que el ángel ha comunicado va a ocurrir.

En este pasaje se aclara la identidad del que habla con Juan, y acertadamente se afirma que es un ángel y no Jesús, ya que no aceptó la adoración del Apóstol. Incluso, el mismo ángel reprendió a Juan por intentar siquiera postrarse ante él. (…Me postré a sus pies para adorarlo. Pero él me dijo: ¡No, cuidado! Soy un siervo como tú y como tus hermanos que se mantiene fieles al testimonio de Jesús. NVI). Solo Dios es digno de adoración. Estos versículos son muy adecuados para hacer una defensa apologética contra todas aquellas personas que practican la adoración a los ángeles, a los cuales oran y rinden culto. Es sorprendente cómo el apóstol Juan, un hombre santo, intachable y ejercitado en Cristo, haya caído en la tentación de adorar a este ser. Juan repite este mismo pasaje casi al pie de la letra en Apocalipsis 22:8b,9, seguramente para hacer énfasis en el error que estaba a punto de cometer y que el ángel le impidió concretar, “con esto subraya que no se debe adorar a nadie que no sea el Dios trino, poniendo de relieve que adorar a un ángel está absolutamente prohibido, incluso si los ángeles transmiten mensajes directamente de Dios”. ( S. J. Kistemaker, Comentario al N. T, Apocalipsis p. 566).

Yo soy consiervo tuyo y de los hermanos que retienen el testimonio de Jesús”. Aquí el ángel sitúa a toda creación de Dios al mismo nivel pues todos han creído al testimonio de Cristo en una fe común. Las maravillas realizadas por el Señor Jesucristo son motivos para adorar y engrandecer al Creador del Universo. Su acción vicaria por la humanidad sorprendió a los ángeles y lleva a todo ser creado a adorarle y servirle con pasión. Todo lo creado, debe postrarse ante el único que merece toda adoración: el Cordero de Dios. ¡Dichosos los que son capaces de vislumbrar y admirar la obra salvífica del Mesías, y se apropian de ella con la esperanza de ver algún día al autor de su salvación! “El testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía” concluye el ángel. Esto significa que el Espíritu Santo inspiró a los profetas para dar testimonio de Jesucristo por medio del espíritu de profecía. A través de la acción del Espíritu Santo, todos los creyentes reciben la salvación y luego, por su misma ayuda lo dan a conocer a otros. “El tema central de la profecía del AT y la predicación del NT es el evangelio del Señor Jesús” (B.MacArthur p.1874).





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