El trono celestial se caracteriza porque allí los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos alaban con gozo, dan gracias y adoran al Señor sin cesar. Este es un gran movimiento que implica y abarca a toda la creación, y Jesucristo ahora por fin está en control. La escena que se desarrolla ahora es la adoración del Cordero, de parte de los cuatro seres vivientes y de los veinticuatro ancianos. Los cuatro seres vivientes tienen algunas semejanzas con los querubines de Ezequiel Caps. 1 y 10 que están llenos de ojos, lo que significa que muy pocas cosas pasan inadvertidas para estas vigilantes criaturas angelicales. Las arpas significan la alabanza. Los 24 Ancianos aquí actúan como Sacerdotes.

El Dr. Carl Armerding ofrece un pensamiento muy ilustrativo acerca de este pasaje. Él dice: "La oración de Cristo registrada en el evangelio de Juan, capítulo 17, a favor de los creyentes, es contestada con la presencia de los 24 ancianos, en que ellos puedan conocerle y estar delante de Su presencia, y ver Su gloria. Se encuentran rodeándole a Él, para contemplar Su gloria en el Cielo". Juan describe las copas de oro, llenas de incienso, que son las oraciones de los santos. Allí está presente la Iglesia, el cuerpo de Cristo, por medio de los ancianos, ejerciendo el sacerdocio. Que las copas sean de oro enfatiza su autenticidad y el gran valor que tienen para Dios. La palabra santos (griego jágioi) no se refiere a una élite de cristianos excepcionales, sino a todos los creyentes en Cristo (Romanos 1:7)

¡Qué grato es saber que las oraciones de los santos suben como un olor fragante! La atmósfera del cielo es perfumada por la oración de los creyentes. Es confortantes saber que ningún clamor, ningún ruego unido a la alabanza queda sin respuesta, todas están presentes ante el trono de la gracia. Juan pudo ver las copas de oro llenas del incienso, que son las oraciones de los santos. Pudo apreciar a las arpas ofreciendo su bella música, el incienso su perfume, los cuatro seres vivientes y los veinticuatro ancianos su alabanza. Un cuadro espectacular que se llevaba a cabo en el cielo.