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Apocalípsis

Apocalípsis 22:8-11 “Yo Juan soy el que oyó y vio estas cosas. Y después que las hube oído y visto, me postré para adorar a los pies del ángel que me mostraba estas cosas. 9Pero él me dijo: Mira, no lo hagas; porque yo soy consiervo tuyo, de tus hermanos los profetas, y de los que guardan las palabras de este libro. Adora a Dios. 10Y me dijo: No selles las palabras de la profecía de este libro, porque el tiempo está cerca. 11El que es injusto, sea injusto todavía; y el que es inmundo, sea inmundo todavía; y el que es justo, practique la justicia todavía; y el que es santo, santifíquese todavía”


Generalmente el apóstol no ponía su nombre de una manera tan evidente en los documentos que escribía: “Éste es el discípulo que da testimonio de estas cosas, y escribió estas cosas; y sabemos que su testimonio es verdadero” (Jn 21:24). Sin embargo, en este libro trascendental, era muy importante incluir su rúbrica personal del “discípulo amado”, afirmando que era el mismo Juan quien vio, oyó y escribió este libro de profecía.

El apóstol, extasiado en tanta gloria y extraviado por el gozo que lo inundaba, con ternura declara: “me postré para adorar a los pies del ángel”. Este acto ya lo había intentado con otro ángel (Ap 19:10). Parece improbable que Juan, una vez reprendido, volviera a caer en el mismo error. El parecer del erudito Bengel es, por tanto, probable; Juan la primera vez iba a adorar al ángel (19:10), pero ahora a los pies de él piensa adorar a Dios. Ni aun esto lo permite el ángel. (Literalmente “mira que no”), la brusquedad de la frase señala el horror del ángel al pensar que él fuese adorado siquiera indirectamente.

La palabra “adorar” (griego: proskineô), incluye la genuflexión que corresponde a la acción de adorar. De las 60 veces que aparece este vocablo en el Nuevo Testamento, se encuentra 24 en el libro de Apocalipsis. Esto enseña dos cosas: primero, la gran importancia que tiene esta acción aquí; y segundo, lo tan atractivo que le resulta a Satanás este acto, pues se usa el vocablo 11 veces con referencia a él (9:20;13:4(2 veces),8,12,15;14:9;16:2;11;19:20;20:49).

Además, si recordamos la infame propuesta que el “acusador de los hermanos” le hizo al Maestro (Mt 4:9), notaremos que su desesperada y adicta debilidad es querer ser como Dios. Desde el inicio de la eternidad, esta pasión lo traicionó y le hizo perder su prístina posición de querubín en los cielos: “sobre las alturas de las nubes subiré, y seré semejante al Altísimo” (Is 14:14). El diablo siempre ha querido ser un dios y sólo es una triste caricatura del fracaso. Por otro lado, se nos presenta a otro ser espiritual, que es leal al Creador, un ángel verdadero. Éste, al ver a un hombre postrarse ante él, en rápida respuesta le surge la respuesta negativa de recibir cualquier veneración. La reprimenda del ángel incluye una poderosa directriz que no tiene equívoco: “adora a Dios”.

En seguida, Juan recibe otra orden: “no selles la profecía”. Esto significa que no debe mantenerla en secreto. En Daniel 8:26 y 12:4,9, se exhorta a sellar las palabras de la profecía, pues el fin está aún lejos. Pero aquí el fin está cerca y el mensaje debe ser escuchado, el libro debe ser leído. Este no es tiempo para secretos sino para revelaciones. (Proyecto de AETH, Apocalipsis, Osvaldo D. Vena p.144)

Alabemos al Señor por su Santo Espíritu que nos ayuda a entender la revelación escrita, pues tenemos el deber y la responsabilidad de escudriñar las profecías bíblicas. El ejercicio de interpretar las Escrituras les corresponde a todos los hijos de Dios, no solo a un puñado de ellos, pues la profecía no está “sellada”. La razón para no encriptarla, es que el tiempo, “kairos” (no “kronos”), “está cerca” (próximo). “kairos” tiene que ver con “la sazón”, cuando algo ya está listo. “kronos”, se refiere al tiempo medible o cronológico.

Los que son “santos y justos” no deben desfallecer en su actitud, pero los que son “injustos e inmundos”, al no interesarles nada de la vida eterna, “sigan así” (un claro sarcasmo). Éstos hacen caso omiso a las advertencias que con tiempo se les han dado, y ahora el juicio está próximo. “El castigo del pecado es el pecado; la recompensa de la santidad es la santidad”. (Com. Exeg. y Expl. de la Biblia p. 818)



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