La figura “De su boca sale una espada aguda”, se encuentra en 2 Tesalonicenses 2:8, donde Pablo explica que cuando Cristo regrese destruirá a los malvados con el aliento de su boca. Es la Palabra de Dios que da vida o que condena a muerte. Con la sola palabra de Jesús fue hecho el universo (He 11:13), así que la palabra del Señor es poderosa, no necesita más para vencer a sus enemigos. La expresión con “vara de hierro regirá”, es un adelanto de lo que pasará en el milenio cuando Cristo establezca su reino físico en la tierra. El verbo “regirá” (griego poimainein) significa “pastorear”. Por lo tanto, la vara de hierro parece que no tiene su lugar en la mano del pastor, pero en este caso la vara de hierro implementada por el Pastor es aquella con la que protege a su pueblo, y destruye a sus enemigos.

“Y él pisa el lagar de la ira del Dios Todopoderoso”, es decir, Jesús viene con su hoz afilada para segar la maldad en la tierra; los racimos de uvas ya están listos para ser cortados y el lugar preparado para que las uvas sean pisadas, la ira de Dios a punto de ser ejecutada sobre todos los enemigos (Ap 14:14-20). El Señor mismo es quien “pisa las uvas”, que son las naciones enemigas del Cordero quienes estarán debajo de sus pies. “Los enemigos de Dios que han derramado la sangre de los santos (Ap 16:6; 17:6;18:24) ahora tienen que beber del lagar: El Señor mismo pisa las uvas de la ira de Dios y, al hacerlo, empapa su manto en la sangre de sus enemigos” Kistemaker, p. 576.

Cada uno de los nombres que se atribuyen a Jesucristo en este capítulo hablan de su carácter, su persona y su obra. Este último nombre expresa el misterio de su esencial deidad. El nombre “REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES” manifiesta su triunfo soberano sobre todos sus enemigos y su dominio absoluto en el reino que pronto establecerá en la tierra. La expresión “en su manto y en su muslo” son palabras simbólicas; el manto es símbolo de majestad y el muslo es una representación de poder, así que ambos representan primero su deidad y segundo su poder. Si en algún momento, Satanás y sus ángeles pensaron haber ganado la batalla contra Dios, aquí se darán cuenta que no es así (Col 2:15) Llegó el día de Dios, el día de la gran matanza, profetizado por Isaías 34:16 y Ezequiel 21:22; el día de ejecutar la venganza contra sus enemigos.