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Apocalípsis

Apocalípsis 1:9-20 “Yo Juan, vuestro hermano, y copartícipe vuestro en la tribulación, en el reino y en la paciencia de Jesucristo, estaba en la isla llamada Patmos, por causa de la palabra de Dios y el testimonio de Jesucristo. 10Yo estaba en el Espíritu en el día del Señor, y oí detrás de mí una gran voz como de trompeta, 11que decía: Yo soy el Alfa y la Omega, el primero y el último. Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia: a Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea.


“Yo Juan”. Se afirma que en la literatura apocalíptica la personalidad del escritor es siempre prominente para garantizar las visiones (Dn 8:1;10:2). estaba en el Espíritu (escrito con mayúscula, pues se refiere al Espíritu Santo), un estado de éxtasis, como en el que estuvo el apóstol Pedro (Hch 10:10-16), en el que está excluido el mundo exterior y la vida íntima está poseída por el Espíritu de Dios. Mientras el profeta “habla” en el Espíritu, el vidente apocalíptico está en el Espíritu con toda su persona. En Cristo este “estar en el Espíritu” no era la excepción sino un estado continuo. (Comentario Exegético y Explicativo de la Biblia, p. 753).

Era domingo, el día del Señor, y la voz de Jesús le sonó a Juan como la de una trompeta, es decir, poderosa y con autoridad. El Señor Jesús usa una frase que solo Jehová había utilizado en el Antiguo Testamento para sí mismo (Isaías 44:6 y 48:12), que equivale a lo mostrado a Juan: “Yo soy el Alfa y la Omega” (1:8, 11; 21:6; 22:13) y “Yo Soy el primero y el último” (v. 17). es decir, que Jesucristo tiene el control, que es Dios, que es el Todopoderoso (v. 8).

Así como el alfabeto griego inicia con la letra alfa y termina con la letra omega, todas las cosas inician con Cristo y todas terminan con Él. Estuvo en la creación y estará hasta el final de los tiempos, por Él fueron hechas todas las cosas y por Él todas las cosas subsisten, “todo fue creado por medio de Él y para Él” (Col 1:16b).

Escribe en un libro lo que ves, y envíalo a las siete iglesias que están en Asia. Un libro: biblon, en griego. Un rollo hecho de pergamino o papiro, que se elaboraba a partir de juncos que crecían en el río Nilo. La indicación de enviar el mensaje a las siete iglesias infiere la totalidad y universalidad de la iglesia, pues todas representan el cuerpo de Cristo. En la época en que fue escrita esta revelación había más iglesias, tales como la de Colosas, la de Mileto, la de Antioquía, por mencionar algunas; sin embargo, estas iglesias tenían características peculiares, representativas de la iglesia de todos los tiempos.

1:12-16 “Y me volví para ver la voz que hablaba conmigo; y vuelto, vi siete candeleros de oro, 13y en medio de los siete candeleros, a uno semejante al Hijo del Hombre, vestido de una ropa que llegaba hasta los pies, y ceñido por el pecho con un cinto de oro. 14Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; sus ojos como llama de fuego; 15y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno; y su voz como estruendo de muchas aguas. 16Tenía en su diestra siete estrellas; de su boca salía una espada aguda de dos filos; y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza”.

Candeleros. Eran candeleros portátiles de oro que llevaban lámparas pequeñas a base de aceite. El candelero en el templo era de siete brazos. Juan vio siete candeleros separados y cada uno de ellos con luz, ya no como la iglesia judaica que se representaba con un solo candelero.

Hijo del Hombre. 81 veces usó este título el Señor Jesús en su ministerio terrenal. Tomado de la visión original registrada en Daniel 7:13, una afirmación implícita de su deidad.

Una ropa que llegaba hasta los pies y ceñido por el pecho con un cinto de oro. Como la llevaba el sumo sacerdote, el cinto de oro alrededor de su torso muestra al Señor en plena representación de su servicio sacerdotal (Lv 16:1-4 Heb 2:17). “Un ceñimiento alto como éste era una señal de dignidad” (Josefo, Antigüedades de los Judíos). En su momento, Dios le indicó a Moisés que confeccionara al sumo sacerdote Aarón vestiduras sagradas, para honra y hermosura” (Ex 28:2).

Su cabeza y sus cabellos eran blancos como blanca lana, como nieve; la persona del Señor Jesús es descrita en estos versículos en una forma semejante a lo que Daniel vio, como “un anciano de días” (Dn 7:9). La blanca lana en Isaías 1:18, significa la pureza y aquí “no se refiere al color, sino a una luz resplandeciente e impecable (Dn 7:9). Como la nube de gloria (Shekiná) es un reflejo de su santidad (Biblia MacArthur, p. 1848).

sus ojos como llama de fuego; todos escudriñadores y penetrantes como el fuego; al mismo tiempo, expresando la indignación consumidora contra el pecado, especialmente en su venida (Ap 19:11,12). Así lo dice el Comentario Exegético y Expositivo de la Biblia (p. 754), escrito originalmente hace muchos años. Mientras que la Biblia MacArthur, más moderna, los describe como: “dos rayos láser…atravesando todas las apariencias para mirar las iglesias, en lo más profundo de su ser” (2:18; 19:12; Heb 4:13)

y sus pies semejantes al bronce bruñido, refulgente como en un horno. El libro del Éxodo 38:1-8 muestra al gran artífice Bezaleel construyendo el altar del holocausto con sus utensilios, en una base de madera cubierta de bronce. Los pies refulgentes (¿incandescentes?) son una referencia al juicio divino. Jesús se mueve en medio de su iglesia ejerciendo su autoridad.

y su voz como estruendo de muchas aguas. El versículo 10 semeja la voz de Jesús al sonido de una trompeta, en este versículo 15, a la fuerza de las olas golpeando contra las rocas de la isla de Patmos. En los dos casos, se ilustra la voz de autoridad del Señor.

Tenía en su diestra siete estrellas. De acuerdo con 1:20 “las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias”. Cristo las tiene en su mano, significando que son ángeles o pastores de esas iglesias; y que el Señor tiene toda autoridad sobre los líderes y las iglesias.

de su boca salía una espada aguda de dos filos. La espada representa la Palabra de Dios, —dice el Comentario de la Biblia de Estudio Pentecostal, p. 1856—que corta el pecado de las iglesias y trae la gracia de Dios, o que en juicio la corta del reino de Dios (3:14-22). Era una espada ancha y larga que tenía dos aristas —dice el Comentario de MacArthur, p. 1848— que representa el juicio (2:16;19:15) sobre los que atacan a su pueblo y destruyen su iglesia.

y su rostro era como el sol cuando resplandece en su fuerza. Sol del mediodía, sin nubes, como el que cegó a Saulo de Tarso. Así resplandecerán los justos, reflejando la imagen del Sol de justicia.


1:17-20 17Cuando le vi, caí como muerto a sus pies. Y él puso su diestra sobre mí, diciéndome: No temas; yo soy el primero y el último; 18y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. Y tengo las llaves de la muerte y del Hades. 19Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de estas. 20El misterio de las siete estrellas que has visto en mi diestra, y de los siete candeleros de oro: las siete estrellas son los ángeles de las siete iglesias, y los siete candeleros que has visto, son las siete iglesias”.

Yo soy el primero y el último. El Señor Jesús se aplica así mismo el título que en Isaías 44:6 y 48:12 se otorga a Jehová. “Así dice Jehová Rey de Israel, y su Redentor, Jehová de los ejércitos: Yo soy el primero, y yo soy el postrero, y fuera de mí no hay Dios”. Una afirmación clara de que Él es Dios.

y el que vivo, y estuve muerto; mas he aquí que vivo por los siglos de los siglos, amén. (Ésta última, una expresión de eternidad más intensa que Ap 1:6). El Señor Jesús en Juan 5:26 definió la vida que Dios le otorgó desde la eternidad: “Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo tener vida en sí mismo”.

Y tengo las llaves de la muerte y del Hades. Son expresiones sinónimas. La muerte es el estado en que cesa la vida, y el Hades en griego (Seol en hebreo), es el lugar. Jesús tiene las llaves debido a su victoria sobre la muerte.

Escribe las cosas que has visto, y las que son, y las que han de ser después de estas. Es un bosquejo sencillo, en el que la mayoría de los comentaristas están de acuerdo. “Lo que has visto”: Capítulo 1. “Las que son”, corresponde a las cartas dirigidas a las iglesias (caps. 2 y 3) y “las que han de ser después de estas”, se refiere a lo que acontecerá en el futuro (caps. 4-22)


2. RESUMEN: LA TRÍADA DE SIETES


La belleza del Apocalipsis es incomparable y sus enseñanzas son infinitas. La simetría se puede ver en muchas partes (12 tribus, 24 ancianos, 144,000 sellados; siete sellos, siete trompetas y siete copas). En este primer capítulo se mencionan siete espíritus, siete candeleros y siete estrellas.

a.- LOS SIETE ESPÍRITUS DE DIOS (1:4)
Si el Espíritu Santo es uno, ¿por qué este libro menciona que Dios tiene siete espíritus? Efectivamente, en el 1:4 se mencionan a siete espíritus que están delante del trono de Dios. La respuesta no es problemática ni compleja. Para el judío, especialmente en el tiempo de la Biblia, el 12 representaba a Israel y el siete significaba plenitud, algo completo e incluso perfecto pues estaba relacionado con Dios (siete días de la creación, p. ej.). Es así que, al decir “los siete Espíritus” se está diciendo “la plenitud de la manifestación del Espíritu Santo de Dios”. Isaías 11:2 lo menciona: “Y reposará sobre Él el Espíritu de Jehová [1]; espíritu de sabiduría [2] y de inteligencia [3], espíritu de consejo [4] y de poder [5], espíritu de conocimiento [6] y de temor de Jehová [7]”.

b.- LOS SIETE CANDELEROS DE ORO (1:12)
De nuevo, aparece el siete; en este caso, siete candeleros de oro que no son otra cosa que las siete iglesias. Físicamente siete iglesias en Asia: Éfeso, Esmirna, Pérgamo, Tiatira, Sardis, Filadelfia y Laodicea (v.11). Como se entiende, el siete es perfección, algo completo, así en realidad solo hay una iglesia, pero tiene siete manifestaciones. Todas ellas son conocidas por el Señor y Él está “en medio” de los siete candeleros, mostrando que es Jesús quien gobierna su verdadera Iglesia, sea lo que sea que esté pasando con ella. Cada una puede representar a siete tipos diferentes de iglesias locales, a las siete etapas de la iglesia en la historia, a siete tipos de creyentes, a siete etapas de una misma iglesia local o a siete tipos de etapas que puede vivir un creyente local. Lo que Cristo dice a estas siete iglesias es relevante en todos los tiempos.

c.- LAS SIETE ESTRELLAS (1:16)
Las siete estrellas son nada menos que los siete ángeles de las iglesias que según el 1:16 estaban en la diestra del Hijo del Hombre. Se puede leer en el Cap. 2 los mensajes para cada ángel de cada iglesia, es decir, esos ángeles no eran los seres de la corte celestial sino los pastores, mensajeros de la Palabra responsables ante el Señor de cada una de ellas. El hecho de que todas las estrellas estuvieran en la mano derecha del Señor muestra que nada hará el Hijo del Hombre sin tomar en cuenta a sus pastores, algo que Jehová hizo patente en el Antiguo Testamento. Amós 3:7 expresa: “Porque no hará nada Jehová el Señor, sin que revele su secreto a sus siervos los profetas”. Los pastores están en la mente de Jesús, pero también en su mano derecha, es decir, Él los sostendrá siempre.


3. LA FIGURA DEL HIJO DEL HOMBRE


El capítulo brilla con la gran figura en la visión de Juan del Hijo del Hombre, este título se le otorga solamente a Jesús en el Nuevo Testamento, sin lugar a duda Juan ve a Jesús glorificado. Sus características manifiestan la más pura de las figuras de justicia que han existido, Juan había visto al Señor crucificado y resucitado, aún tenía las cicatrices en el cuerpo cuando cenaron (Lc 24:39, 40) y ahora lo miraba como el Todopoderoso.

Tenía ropa blanca pues es Justo (Ap 19:8), símbolo de su sacerdocio real; un cinto de oro en su pecho, pues ahora no viene como cordero sino como juez. Su cabellera es blanca, pues Él es el Anciano de días (Is 6:1-4) que gobierna, con sabiduría y omnisciencia. Barclay dice que esto representa dos cosas: Una gran edad, pues la existencia de Jesucristo es eterna; y su pureza divina, pues la blanca lana y la nieve son emblemas de pureza inmaculada. Los ojos eran como llama de fuego, es decir, nada se oculta a la mirada de este Juez, todo lo escudriña, hasta lo más profundo. Los pies eran semejantes al bronce cuando está siendo fundido, lesiona la vista; el bronce siempre ha sido símbolo de juicio, sus pies harán desmenuzar el pecado, hollará a sus enemigos en un juicio perfecto (Dt 33:29; Sal 110:1) omnipotente e inmutable. La voz, como el estruendo de muchas aguas, era un ruido ensordecedor, pues Él tiene toda la autoridad. En su mano derecha tiene a todos sus siervos (siete estrellas) y de su boca sale una espada de dos filos; una espada corta que en los tiempos de Juan se utilizaba para luchar cuerpo a cuerpo, “la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu…” (Heb 4:12), tiene dos filos: salva o condena. El rostro era como el sol en toda su potencia, nadie puede mirarlo a la cara, es demasiado santo, demasiado elevado, demasiado puro.

Juan cayó como muerto ante la majestuosa visión del Hijo del Hombre, glorificado, exaltado hasta lo sumo; un día huirán de su mirada: “Todos gritaban a las montañas y a las peñas: ¡Caed sobre nosotros y escondednos de la mirada del que está sentado en el trono y de la ira del Cordero!” (Ap 6:16, Biblia al Día). Lo hermoso del pasaje es que Juan, un ser humano normal, cayó como muerto, es decir, se desplomó desmayado ante la gloriosa visión del Hijo del Hombre, pero más hermoso es ver que la mano derecha del Gran Anciano y Juez del universo, la mano derecha que sostiene a todos sus siervos, se posa sobre Juan y le dice: “No temas”. El Todopoderoso le dijo a Juan: “Soy el que había muerto y resucité”, es decir: “Soy Jesús”. ¡Qué tremenda revelación!, ¡quien tiene todo el poder y el dominio extiende una mano amiga hacia el hombre y le dice que no tenga miedo, pues para los creyentes Él es el mismo!

CONCLUSIÓN. El creyente tiene algo tan maravilloso que nadie lo puede entender. En lugar de temblar horriblemente ante la presencia del Todopoderoso, el Señor viene siempre ante sus hijos a poner su gentil mano sobre sus hombros para reconfortarlos. Esa mano hará huir a los diablos y al anticristo, esa mano habrá de gobernar con vara de hierro a todos, pero para el creyente esa mano es la mano amiga del precioso Maestro que nos ama y dio su vida por nosotros.

Nadie entenderá que, aunque los hombres son tan pecadores, el amor del Padre se brinda con generosidad. Aunque el lenguaje de Apocalipsis parezca complejo y amenazante desde el capítulo uno, es evidente que ni aun en este libro deja de mostrarse su amor precioso, el amor del Hijo del Hombre.



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