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Aquí se aclara más el panorama. Los que fueron a Jerusalén no son descritos en su vida anterior a Cristo, pero los que hablan ahora sí lo son. Y se dice de ellos que eran fariseos, lo que da por sentado que los que habían viajado a Antioquía, eran probablemente de esa misma formación doctrinal.
Tal aclaración es importante a la hora de estudiar el origen del argumento. Sin duda varios fariseos, así como sacerdotes, escribas y probablemente hasta saduceos se habrían convertido a Cristo en aquellos años (Hch 6:7). Creyeron que Jesús era el Mesías y ahora como judíos veían en él su medio de salvación. Pero ¿qué pasa con los no judíos?; bueno, ellos, según su pensamiento, pueden acceder también a esta bendición siempre y cuando, como ha ocurrido con todos los gentiles desde tiempos antiguos, se circunciden y se conviertan al judaísmo. Su argumento era: “hazte judío y entonces tendrás derecho a la salvación a través de nuestro Mesías”.
Solo que hubo un problema: en la práctica, ya los gentiles habían sido salvos, ya recibieron a Cristo, ya encontraron perdón en su gracia sin haber cumplido los ritos de la Ley. ¿La solución? ¡Hagámoslos judíos de todos modos!
Las conclusiones teológicas de esta postura eran más que trascendentes para la doctrina de la salvación. Si ya habían sido salvos sin cumplir la Ley, ¿Era necesario que ahora cumplieran la Ley?, ¿No sería esto un retroceso en sus vidas? La salvación recibida, ¿Estaba incompleta? ¿No bastaba entonces la obra de Cristo en la cruz?
En el fondo de esta exigencia de los hermanos fariseos estaba la decisión sobre qué base poner para la salvación de los hombres judíos o gentiles de todo el mundo, de todos los tiempos. No era labor sencilla la que les esperaba. Por eso se reunieron para conocer este asunto y por eso hubo mucha discusión.