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Persuadieron a los apóstoles de ir ante el sanedrín pacíficamente. Lo lógico es preguntarse: ¿Cómo se esperaría que sean tratados los presos que escapan de una prisión?, sin embargo, en este caso, el jefe de la guardia y los alguaciles fueron cuidadosos porque temían que el pueblo se rebelara y los agrediera, pues eran comunes en esa época las revueltas populares por la situación política; el ánimo del pueblo era inestable y se podía desencadenar un tumulto en cualquier momento, en este caso, al liberar el Señor a sus discípulos de forma milagrosa y y que una vez más fueran aprendidos. Aparentemente los guardias manifestaron piedad en el trato a los discípulos, pero no es así, en realidad, su preocupación era cómo reaccionaría el pueblo, siendo judíos profesantes, su temor era hacia el pueblo y no hacia Dios.
Los apóstoles regresaron voluntariamente y encontraron que son acusados nuevamente por el sumo sacerdote, de enseñar en el nombre de Jesús desobedeciendo una orden previa y de intentar poner a la multitud en su contra por la crucifixión de Jesús de Nazaret (compárese con lo dicho en Mateo 27:25, donde todos aceptaron, ante Pilato, que la sangre de Cristo cayera sobre sus cabezas y sobre las de sus hijos), es de notar que nadie interrogó a los apóstoles sobre cómo salieron de la prisión sin que nadie, ni los guardias que estaban al pie de la puerta, se diera cuenta. Esto demuestra que no les importaba conocer la verdad, ni practicar la justicia; sus motivaciones eran egoístas, queriendo conservar su poder y status ante el pueblo.
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