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Era de los primeros casos que atendía Festo. Por lo que no le convenía enemistarse con los judíos tan pronto, así que le dio la oportunidad a Pablo de decidir. Quizá en el viaje de Festo hizo a Jerusalén, el tribuno Claudio Lisias le hubiese comentado sobre este caso en particular, o él se hubiera dado cuenta del complot para matar a Pablo en el camino.
Pablo sabía que regresar a Jerusalén no era justo para él, aunque estuviera el gobernador Poncio-Festo presente, los del concilio del sanedrín podrían actuar de la misma forma que la vez anterior, cuando los soldados lo tuvieron que sacar de en medio de ellos, con temor, porque la vida de Pablo corría peligro.
W.Barclay, menciona que cuando un ciudadano romano tenía la impresión que no se le hacía justicia en un tribunal provincial, éste podía apelar directamente al Emperador. Solo si se trataba de un asesino, pirata o bandido al cual encontraran con “las manos en la masa”, se podía anular esta apelación.1
Festo quizá había pensado que en Jerusalén el podría comprender mejor las leyes de los judíos y estar ahí en el juicio sin desamparar a Pablo, pero al mismo tiempo brindarle otra oportunidad al sumo sacerdote.
1 BARCLAY, W. Libro de los Hechos, Editorial CLIE, 2006, Barcelona España,
